sábado, mayo 20, 2006

Volviendo a la música moderna de los '80 - '90

Gracias al Ares (ya que no me gustan el Kazaa ni el E-mule, y además, desconozco por qué razones técnicas, nunca podía descargar nada de esos programas -la lista de espera siempre era muy larga-, y también me parecen muy invasivos) he recobrado parte de mi adolescencia: los primeros cuatro (y, bueno, podemos agregar algo del quinto) discos de Fito Páez.
Su quinto y su sexto LP solista son de transición (Tercer Mundo anunció el cambio que se venía, y El amor después del amor lo materializó, aunque manteniendo algunas oscuras genialidades que lo hicieron verdaderamente grande en tiempos más inmaduros de su vida, cuando uno es tan joven que aún no tiene verdadera conciencia de la existencia de ese instinto de conservación-ismo y ahorro en todo sentido que aparece con los años: por eso era mejor su arte por entonces, creo yo, humildemente, aunque vehementemente lanzado a opinar sobre la obra de un músico... eso es lo que solemos hacer los periodistas, algunos con algo más respeto que otros: hablar de los demás, qué tristeza de profesión). En todo caso, me sentí agradecido a Fito Páez por esas canciones.
Fue increíble darme cuenta de cuánto tiempo hacía que no escuchaba temas como Tres agujas, Cable a tierra, Tatuaje falso, Por siete vidas (Cacería), Pomba Bye-Bye, B-Ode y Evelyn, o Ámbar Violeta, por mencionar algunos de los que más me conmovió volver a sentir. Ese darme cuenta de cuánto hacía que no los escuchaba tiene que ver con esa conmoción: parecía, a nivel sensaciones, que en el fondo, esas canciones se habían quedado ahí adentro esperando que alguien les abriera la válvula para volver a sonar: que necesitaban escuchar su propio eco dentro de mi cuerpo, eco del sonido que entraba por mis oídos, para remover mis más profundas entrañas.
Hace ya una semana o más que ando copado bajando temas de algunos de la troupe rosarina, incluyendo las infaltables interpretaciones de Silvina Garré y Baglietto.
Y entre tanto furor bajativo, me puse a bajar canciones de Tino Casal, un español símbolo de la movida madrileña de los ochenta, de quien yo no conocía mucho. Y la sorpresa fue tan o más agradable que cuando me dispuse a descubrir a Loquillo (y los Trogloditas), de quien también me gustaba lo que había escuchado pero no había intentado conocer más antes de conocerlos. Claro que Loquillo sobrevivió a esa época y hoy sigue más vigente que nunca, resistiendo a las multinacionales pero sin ir por ello de víctima renegada, sino peleando con hidalguía y, lo mejor de todo, venciendo.
Así que, para los que no los conozcan, a bajarse a Loquillo pero, sobre todo, a Tino Casal. No les cuento más nada porque pueden encontrar más información en estos seis vínculos: 1, 2, (en este te podés bajar la cola de una película homenaje a él), 3, 4, 5 y 6. Y en You Tube buscar vídeos y entrevistas de él. Chau.

viernes, mayo 19, 2006

Hijo de puta, hay que decirlo más

En España, mostrar esto entre gente entendida ya estaría un poco pasado de tiempo. Pero como a mi blog lo ven más que nada argentinos, aquí les pego este videito, que me recomendó Tatino, y la verdad es que indescriptiblemente bueno y genial. Es de una especie de Cha cha cha español llamado La Hora Chanante. Claro que lo dan por cable, si acá en España intentaron que tuviera éxito la mejor serie que vi en mi vida, Vientos de agua, y les fue tan mal que "no duró ni dos telediarios", como dicen acá. La telebasura española no tiene nada que envidiarle a la nuestra. Miren el video y que lo disfruten tanto como yo. Y ojo que envicia.