lunes, febrero 27, 2006

Ved en trono a la noble igualdad (I)

Artículo 25º.- El Gobierno federal promoverá la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.
Me di cuenta de esta antigualla que aún tenemos en nuestra Constitución leyendo en Clarín el reportaje Vivir entre miradas filosas y la sombra de la discriminación, de Pablo Calvo. No lo cambiaron en 1994. Lo de "europea", digo. La discriminación está consagrada en nuestra Carta Magna.
¿Tenemos derecho a quejarnos si nos discriminan en otros países? Sí, claro. Sobre todo porque no fuimos nosotros los constituyentes de 1994 (ni siquiera mento a los unitarios precursores, otros buenos hijos de puta salvados por los historiadores con la vieja mentira de las circunstancias históricas). Pero ese derecho sólo será pleno si nos quejamos con al menos el mismo ímpetu de las discriminaciones que otros hermanos sufren en nuestro país. Ah, y ese artículo 25 además de una antigualla es una hijoputez.

sábado, febrero 25, 2006

Avances de la novela vital de Menardo

Ahora que sé que estás escribiendo, voy a volver a controlar diariamente tu blog (o día por medio, si ando con muchas cosas). Entré quinientas veces desde la última vez pero como no ví cambios, me dije que te estabas dedicando a escribir más en privado.
Eso me escribió mi amigo Luciano Menardo en un mail reciente, lo que me obliga a ser más constante con este blog. Empezo mál la empresa: es el 25 de febrero a la noche, cuatro días después de que Menardo me escribiera eso, recién ahora estoy cumpliendo con mi deber moral.

Este posteo, en consecuencia, va a ser en honor a él, a Luciano Menardo, un adalid de la acción por sobre la paja mental que busca la felicidad de la forma más directa posible: buscándola.

Pocas veces he visto a una persona más... perdón, nunca... Nunca he visto a una personas más temeraria en la conducción de una motocicleta. Desde los tiempos de su Zanellita gris, en los que desafiaba las más elementales leyes de la gravedad inclinándose en grados imposibles que nos sumían a los observadores en una especie de vértigo contemplativo que nos hacía sentir a nosotros, simples mortales, como se sentiría un aficionado a la Fórmula Uno oriundo de Marcos Juárez que se ganara en un sorteo de yogures descremados, que había comprado para su mujer que se había puesto a dieta, un fin de semana para dos personas en Mónaco en hotel de lujo para asistir a los entrenamientos y a la consecuente carrera de la máxima categoría del automovilismo de pista mundial en el más emblemático de sus circuitos.

martes, febrero 21, 2006

El wasabi no es el jengibre

Hace unos meses leí un libro, Wasabi, una novela de Alan Pauls. Me pareció horroroso. Yo tengo un amigo, José Satite, a quien nunca querría yo torturar con malas lecturas, pero como esto de la literatura (como en la música moderna, por ejemplo) es tan azaroso que uno nunca sabe, se lo dejé a ver si le gustaba. Y también porque no soy perfecto, que a veces también recomiendo porquerías que a mí me parecen buenísimas.
Los dos desconocemos al libro: yo sostengo que en agosto pasado, cuando José vino a mi casa, le dejé el libro para que se lo llevara. Él sostiene que me mandó el libro con las mismas intenciones que yo a él, advirtiéndome que era malo, pero que no es una devolución del libro.
Porque, debo decir, que José me mandó Wasabi junto con las galletitas de jengibre, en un ataque de niponismo que le agarró y que yo agradezco enormemente, más por el jengibre que por el wasabi. Junto a Wasabi me mandó El caos, de J. Rodolfo Wilcock. Apenas acabo de empezarlo y ya me parece excelente y divertido (sobre todo divertido: qué diferente a Wasabi).
Le escribo a José: "Es notable, pero parece que los escritores estos de hoy en día que tanto gustan de escribir en primera persona le hubieran copiado al libro ése". Al de Wilcock, me refiero.

Mate con galletitas de jengibre, o la felicidad

El domingo 19 de febrero, por la tarde, descubrí algo que se asemeja bastante a la idea que tengo de felicidad: tomarme unos mates con unas galletitas de jengibre (de una tacada no te podés comer más de tres o cuatro, porque son fuertes).
¿Qué hubiera sido de nuestros estoicos gauchos materos si hubieran conocido las galletitas de jengibre? Hubieran sido mucho más refinados y quizás no se hubieran producido (o al menos no de la manera en que se producieron) los enfrentamientos entre unitarios y federales que asolaron gran parte de nuestro fundacional siglo XIX.
Qué curioso, qué aleatorio es el mundo. Las galletitas de jengibre al rescate de la Argentina. Pero las invasiones inglesas no las llevaron.

domingo, febrero 19, 2006

Dos sitios güé

Estuve visitando dos sitios web: Alihuen: en defensa del ambiente y de todas las formas de vida y Red Yaguareté. Son dedicadas ambas a la protección de nuestro medio ambiente argentino (aunque eso de la protección del medio ambiente no entiende de fronteras). La segunda, como su nombre lo indica, está focalizada en la protección de nuestro tigre del litoral, el yaguareté.

Ambas son muy activas y no se limitan a poner una serie de fotos y a proporcionar información básica (que están muy bien aquellas webs que lo hacen, siempre en estos casos es preferible que sobre y no que falte), sino que hacen denuncias concretas, recogen firmas para influir concreta y positivamente en el mundo en el que quieren influir. Merecen mi admiración.