viernes, noviembre 28, 2008

Gladys, mamá dominicana

Foto: FT.
Días después de llegar a Argentina desde República Dominicana, donde unos de los temas en los cuales trabajé es el de la emigración, me llamó la atención la cantidad de personas de ese país que vi en la ciudad de Necochea, en la provincia de Buenos Aires.
Así que me fui a hablar con la peluquera dominicana de la ciudad, sabiendo que cuando se juntan varias dominicanas en un sitio no puede faltar un salón para que las muchachas se arreglen sus moños malos.
Gladys tiene 34 años de edad y lleva 9 en Argentina. Acaba de traerse a sus cuatro hijos de su país. Dos chicas y dos chicos.
Lo primero que me llama la atención es el acento bonaerense con el que hablan y el fuerte contraste que deben sentir con su cultura alegre en una ciudad que, salvo en verano, tiene un ambiente triste, frío y nada simpático.
“A mí me gusta, dice Gladys. Es otra onda. Cambiar de ritmo. Me gusta. Acá cambiamos el carácter. Nos ponemos del mismo estilo de los de acá”, dice.
Por desgracia, pienso yo.
A poco de llegar, Gladys, que se venía con las esperanzas de hacer una diferecia, se encontró con un país cayendo en una de las peores crisis económicas de su historia.
“Yo siempre lo vi positivo. Si tenés algo para comer y estás bien con tu familia, la diferencia no la notás mucho”, señala, optimista, esta mujer oriunda de Puerto Plata que primero llegó a Buenos Aires, pero no le gustó.
“Me parecía que no era la ciudad ideal para yo traer a mis hijos. Vine aquí por vacaciones, me gustó la ciudad, me renté un departamentito, empecé a correr la voz, empecé a trabajar”, cuenta.
¿Los primeros tiempos fueron duros?
“Amigo, duro es poco. Te cuesta, los primeros tiempos te cuesta. Después que uno encaja, tienes que cuidar”, confiesa.
La peluquería de Gladys es un punto de referencia para los dominicanos en Necochea.
“Acá nos reunimos todos, todos los días, los fines de semana. Si viene gente nueva, vienen acá, me visitan, porque yo soy una de las que llevo más tiempo, conozco más gente. Entonces nos damos ánimos. Tomamos un cafecito... ¿No te hicieron café nunca en Dominicana?”.
“Nosotros cuando hacemos una reunión dominicana, nos invitamos todos los que conocemos. Todos ponen un puchito, nos juntamos y hacemos una joda hermosa. Porque si no acá en la bailanta nos discriminan, no nos dejan entrar. Son muy pocas las bailantas que te dejan entrar. Vos vas y te dicen que es fiesta privada. Por negros, no nos dejaron pasar. Es lo único malo que veo yo acá”.
Entonces han optado por las reuniones con su grupo de amigos.
“Nos la pasamos muy bien, la verdad. Nos distraemos tranquilos, estamos entre nosotros, con alguna gente de acá que nos acompaña porque son esposos o parientes de alguna de nosotras. Te adaptas".
Sin embargo, admite que extraña.
“Nos hace falta la onda nuestra. Vos si estuviste en Dominicana te diste cuenta de que la música allá se escucha alta. Acá a las diez de la noche tenés que bajar porque si no te llaman a los milicos. No podés. Y si te tocó una vecina jodida, fuiste. Es muy complicado. ¿Y a vos te ha ido bien acá en Necochea?.
No, le digo, "yo visito acá a mi mamá, pero me aburro mucho.
“Es aburrida la ciudad, eso sí”, me reconoce.
Sus hijos Demis, de 17 años, José Manuel, de 16, Leidy, de 12 y Stefany, de 10, también están contentos con el cambio.
“No es lo mismo una persona que se cría en un país a uno que llega después. Mis hijos van a subir con una cultura diferente a la que tengo yo. Es así”.
Duro es poco, nos había dicho Gladys recordando sus sacrificios: “He ido una sola vez en nueve años que tengo acá. Cuando fui, la más chica tenía cuatro años, y cuando vinieron, vinieron tan grandes que ni los conocí".
"Un esfuerzo lindo. Y ellos están contentos. Adoran totalmente estar conmigo. Me aman a mí, aman a su padre. Es lo más lindo, a los chicos cuando los crías en el amor, se crían de otra manera”
.
Así es Gladys, la típica madre dominicana.