viernes, junio 11, 2010

Mi candidato es Sudáfrica



Por la épica.
Quien haya visto la película Invictus, del maestro Clint Eastwood, o haya leído Playing the enemy de John Carlin (traducida en español como El factor humano), la novela que inspiró la mencionada película, se habrá dado cabal cuenta del carácter épico del triunfo sudafricano en el Mundial de Rugby de 1995.

Aquél histórico evento deportivo unió a toda una nación en torno a los Springboks, la selección de rugby del país, el equipo verde y oro que antes de 1995 era odiado por la mayoría negra, y que fue conducido al título bajo el liderazgo de su capitán, Francois Pienaar, un jugador blanco (como todos los de la selección ese año, con la excepción de Chester Williams) que hizo suyos los valores de unión de la nación del arco iris, y que dedicó el triunfo al conjunto del país, incluida la mayoría negra.

En una entrevista tras la consecución del título, Pienaar dijo: “No tuvimos a 60.000 personas alentándonos” (en referencia a los asistentes esa tarde de 1995 en la final del Ellis Park de Johannesburgo) “Tuvimos a 43 millones”.

Quince años después, hay seis millones de sudafricanos más, y el país tiene ante sí una apuesta más ambiciosa: la organización de un Mundial de Fútbol es un desafío de magnitudes muchas veces superior a la de su hermano menor, el Mundial de Rugby. Esta vez, los sudafricanos -además de unir de nuevo a blancos y negros detrás de su selección - quieren demostrarse que pueden superar desafíos en un país que los tiene mucho más serios que una competición deportiva: la mitad de su población sumida en la pobreza, índices de delincuencia y de tasa de prevalencia de VIH de los más altos del mundo, y una de las más sangrantes cotas de desigualdad social del planeta con una corrupción rampante.

En lo deportivo, a pesar de que los Springboks no eran candidatos a ganar la Copa Webb Ellis en 1995, sí estaban en el grupo de países potencias del rugby mundial. Eso no sucede con los Bafana Bafana, la selección de fútbol, históricamente identificada con la minoría negra, así que, por ahora, los sudafricanos no parecen plantearse quedarse con la Copa

Pero esta vez hay otro Pienaar liderando la selección. Se trata de Steven, y es negro. Y aunque diga que quiere ir paso a paso, seguramente sueña con repetir la historia de su antecesor blanco.

Otra vez, como hace quince años, los sudafricanos están unidos detrás de un deseo común. Y otro Pienaar levantando una Copa del Mundo el próximo 11 de julio sería la guinda del postre. Verde y oro u oro y verde, blanco y negro, el orden de los factores no altera el producto.

Otra vez, los países que se enfrenten a Sudáfrica deberán enfrentarse al empuje de 49 millones de almas. Por no hablar de sus vuvuzelas, mucho más concretas que un espíritu alentador.

No me imagino que el triunfo de un país organizador pueda ser más épico que un hipotético campeonato de los anfitriones en 2010. El padre de esta criatura llamada Sudáfrica, Nelson Mandela, perdió a su bisnieta en un accidente de tránsito tras la ceremonia inaugural, y por ese motivo no pudo asistir al primer partido, que enfrentó a su selección con México y que terminó con un empate a un gol. Zenani Mandela, de 13 años, murió cuando volvía del concierto de música que precedió al Mundial el jueves 10 de junio, en un accidente que sufrió junto a su bisabuela, Winnie, la más famosa esposa del líder sudafricano. A ella le dedicará Madiba el triunfo, que mancha de sufrimiento y dolor lo que para él hubiera sido la coronación de una vida dedicada a su país.

Por eso mi candidato es Sudáfrica: por la épica. Si los Bafana Bafana se llevan la Copa, Clint Eastwood tendrá que filmar la segunda parte de Invictus.