miércoles, marzo 26, 2008

Los hornos de la nacionalidad

Una ceremonia de jura de nacionalidad es un trámite burocrático con apenas un par de detalles solemnes. Obsérvese en la foto que la jueza lleva toga con puños de encaje. La de al lado, que parece ser secretaria de la jueza, también lleva toga negra.
Toman lista como en el colegio, y después llaman a uno por uno y les repiten una cantinela cortita que termina con un "¿Jura fidelidad (¿o era lealtad?) a la Constitución y al Rey?", y uno, si quiere tener la nacionalidad para terminar la seguidilla de trámites engorrosos y poder entrar y salir del país sin problema (y gozar de otras ventajas relacionadas con el hecho de ser ciudadano español) tiene que decir "Sí".
El quía del extremo izquierdo era algo así como el secretario de inmigración de la Comunidad de Madrid, que ese día estaba de visita para presenciar la salida del horno de nuevos españoles, y hacer acto de presencia, para que después no digan que no se mezcla con la gente que es el objeto de su trabajo. Solemnemente la jueza había dicho antes que ese día nos honraba con su presencia fulano de tal y esas cosas que se dicen estos casos.
Un amigo español se reía de que al menos él no tuvo que jurarle ninguna lealtad a ningún rey. Aunque con sus impuestos le tribute la lealtad que realmente les importa a ellos.
Uno se va de ahí sin ningún papel, sólo con la promesa de que le va a llegar en tres meses, aproximadamente, al domicilio que haya consignado, una carta con la partida de nacimiento para que vaya a tramitar su documento nacional de identidad y, si quiere, su pasaporte.
Eso es un poco más impresionante. Uno llega a la comisaría por la tarde, cuando no hay mucha gente, espera cinco minutitos que lo atiendan, con la partida de nacimiento expedida por el registro civil central español, con una foto y con la tarjeta de residencia. Entrega la partida, la tarjeta (que no ve nunca más, con el cariño que uno le tenía), y la foto, que es pegada en un cartoncito blanco por la funcionaria, quien posteriormente se lo alcanza y le pide que firme en un recuadrito que hay. Después de hacer eso, mete el cartoncito en un escáner y le pide que pase los dedos índice por un cuadradito de vidrio que hay en el mismo aparato. En el escritorio hay una pantalla mirándote, aparecen tus datos y la funcionaria te pregunta si esos datos están bien. Uno le dice que sí, si están bien, y entonces la mujer aprieta un botón y va hacia un hornito que hay atrás y del cual sale automáticamente el plástico ya confeccionado.
Después meten el DNI un rato en una ranurita que tiene el escáner a un costado y te cargan unos datos que vaya uno a saber qué son, y uno se siente partícipe de una escena de ciencia ficción. Más aun cuando te entregan un papelito de esos que tienen un pin oculto, y te dicen que ese es tu número secreto, mediante el cual podés hacer trámites administrativos del Estado desde internet, sin moverte de tu casa, lo que facilita mucho, si funciona, la vida de las personas. Terminado ese trámite de unos quince minutos, uno va a otro escritorio y pide el pasaporte. La funcionaria mete una libretita en una impresora, le alcanza a uno el pasaporte y ya está. En veinte minutos uno tiene ya todo. El DNI costaba 6,80 euros, y el pasaporte, 17,20. Hasta te podés olvidar la plata, le decís a la funcionaria que vas hasta el cajero a sacar, y cuando volvés lo tenés ahí al pasaporte, calentito y con las paginitas vírgenes, recién salido del horno, esperándote.
De todos modos, no se crean los nuevos españoles, si son también argentinos, que no les seguirán diciendo todo el tiempo, especialmente la gente que no los conoce ni tiene ningún tipo de confianza, "¡Che! ¡¡¡Boludo!!!", y pondrán cara de pánfilos esperando su aprobación al chiste. Uno puede optar por ser simpático y sonreír, o como los que ya están hartos, responder, "¿Qué pasa, gilipollas?", y encantarse con la cara de estupefacción del interlocutor que quiso ser simpático y no fue otra cosa que un, efectivamente, boludo.

martes, marzo 25, 2008

Tengo muchas ganas de escribir una entrada, pero no se me ocurre nada

Estaba yo una mañana trabajando en la redacción en la que trabajo, una del primer mundo, en donde se escucha la radio porque hay que estar atento por si pasa algo, para informar o desinformar a nuestros abnegados lectores de noticias a través de lo que cuentan los periodistas que ejercen, circunstancialmente, el periodismo real -aquél que cuenta las cosas de primera mano, que casi ya no existe-, cuando de repente escuché esto:

Entonces yo, que acababa de llegar de Argentina, me hinché de orgullo (un orgullo sólo entendido por mí, se entiende) y dije: "Esa es una canción de moda allá en Argentina"(sic).

-Claro, es que en este programa hablan con gente de diferentes países y ponen la música que allí se escucha en ese momento-, me responden. Yo pensaba que iban a rasgarse las vestiduras al descubrir el estremecimiento en sus cuerpos y en sus sensibilidades varias provocadas por una canción como "Pila pila". Pero no.

La entrada sobre el malogrado recital del Pity que escribí ya hace más de un mes no fue de las peores que he escrito, y entonces se me ocurrió la idea de contar esto, pues realmente me pareció curioso escuchar al Pity y a ese tema tan, digamos, particular, en España, y en ese lugar... y mi intención era meter hoy una grabación que encontré del recital en el cual ocurrieron todas esas cosas curiosas, para que escucharan qué barbaridades eran las que íbamos a escuchar con tanto sacrificio y ahínco (y, por supuesto, no lo comprendieran, porque es incomprensible), pero no logré, por incapacidad técnica, bloguear la o las canciones que quería.


Supongo que esta ha sido la peor entrada de la breve historia de La Posta... (y mire que ha habido malas, eh) pero no quería dejar pasar tanto tiempo sin escribir nada. Y para que los que esto leen sepan que el blog sigue, que no se cierra, que no se vayan, que no nos dejen, que en breve estará al palo con cambios, renovaciones, entradas más a menudo y alegrías y tristezas aseguradas. Y si no queda satisfecho, se jode: el dinero no se devuelve porque es gratis. Sí, ya sé que su tiempo vale. Bueno, váyase si quiere. Bueno... también pueden exigir más a través de los comentarios, ¿no?

Después hacer esta entrada, yo pensaba tirarme una siestita...