sábado, febrero 25, 2006

Avances de la novela vital de Menardo

Ahora que sé que estás escribiendo, voy a volver a controlar diariamente tu blog (o día por medio, si ando con muchas cosas). Entré quinientas veces desde la última vez pero como no ví cambios, me dije que te estabas dedicando a escribir más en privado.
Eso me escribió mi amigo Luciano Menardo en un mail reciente, lo que me obliga a ser más constante con este blog. Empezo mál la empresa: es el 25 de febrero a la noche, cuatro días después de que Menardo me escribiera eso, recién ahora estoy cumpliendo con mi deber moral.

Este posteo, en consecuencia, va a ser en honor a él, a Luciano Menardo, un adalid de la acción por sobre la paja mental que busca la felicidad de la forma más directa posible: buscándola.

Pocas veces he visto a una persona más... perdón, nunca... Nunca he visto a una personas más temeraria en la conducción de una motocicleta. Desde los tiempos de su Zanellita gris, en los que desafiaba las más elementales leyes de la gravedad inclinándose en grados imposibles que nos sumían a los observadores en una especie de vértigo contemplativo que nos hacía sentir a nosotros, simples mortales, como se sentiría un aficionado a la Fórmula Uno oriundo de Marcos Juárez que se ganara en un sorteo de yogures descremados, que había comprado para su mujer que se había puesto a dieta, un fin de semana para dos personas en Mónaco en hotel de lujo para asistir a los entrenamientos y a la consecuente carrera de la máxima categoría del automovilismo de pista mundial en el más emblemático de sus circuitos.

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